El Gobierno de Rajoy quiere blindar las calles, endurecer las leyes,
encarcelar a los revoltosos y criminalizar a los que protesten. Nadie
defiende –al menos yo no lo hago– las algaradas violentas. No debería
ser necesario endurecer la legislación para castigar a esos pocos que
las protagonizan, sean forofos del fútbol o antisistemas. Son delitos
que ya están penados. Pero los planes del Gobierno
utilizan los anecdóticos actos vandálicos como coartada para poner
sordina al legítimo cabreo de la ciudadanía. Convertir protestas
pacíficas en atentados contra la autoridad castigados con cárcel es una vulneración de los derechos civiles, un grave abuso que debería hacer saltar las alarmas entre aquellos que dicen defender la Carta Magna.
De entre todos los porrazos al Código Penal que ayer anunció el
Ejecutivo destacan dos disparates. El primero, que la resistencia pasiva
sea considerada como un atentado a la autoridad castigado con la
cárcel. Reducido al oxímoron,
atentado pasivo: dícese del ejercicio pacífico del derecho
constitucional a la reunión y a la manifestación sin esperar a la
bendición del delegado del Gobierno –algo a lo que la legislación no
obliga–.
[...]
Continúa-> Escolar.net: Cárcel contra las protestas ciudadanas
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